Vé sólo lo que quiere oír
y escucha todo lo que huele bien
para su boca.
Saborea sus caprichos sin tacto
y toca el fondo del dedal
con su aguda nariz.
Apesta, en todos los sentidos
porque no sabe sentir
es el silencio de un sordo.
Lo invité a que observara
lo que traía en mis manos
y su oreja muda lo derramó.
Culpa siente el egoísta
que confundió con perdones
a la ceguera que siempre oyó.
Sufre de insomnio!, jajaja...
es lo bueno de quien no ronca;
y me río porque jamás lo sabrá.